Recuerdo que todos los niños corrían para ver a Rodolfo, El Reno de la Nariz Roja; Frosti, el hombre de nieve; Como Odión quizo robarse la Navidad; La Navidad con Los Osmond; y muchas otras que si no corríamos a verlas teníamos que aguantarnos y verlas el siguiente año. Eso nos daba otro sentido de las cosas porque disfrutábamos y valorábamos más los programas ya que no los teníamos a la mano, tan "facilmente" como ahora.
El tener cada vez más comodidades nos hace perder el valor de las cosas y es por ello que también se está limitando la capacidad de sombro y del gusto por ellas. Pero eso sí, algo que podemos agradecer a las televisoras es que tan sólo les llenen la cabeza de porquería a los niños con programas "tan educativos" como Big Brother y El Bar para que en el futuro sean adolescentes y por consiguiente adultos intrascendentes.
El tener cada vez más comodidades nos hace perder el valor de las cosas y es por ello que también se está limitando la capacidad de sombro y del gusto por ellas. Pero eso sí, algo que podemos agradecer a las televisoras es que tan sólo les llenen la cabeza de porquería a los niños con programas "tan educativos" como Big Brother y El Bar para que en el futuro sean adolescentes y por consiguiente adultos intrascendentes.
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